Este artículo escribo solo en masculino por razones de economía de lenguaje, pero quiero aclarar que también es para las mujeres porque la infidelidad se da de los dos lados.
Cuando te das cuenta que tu esposo, novio, pareja, no importe como se llame, te ha sido infiel, el mundo se viene abajo, todo lo ves feo sin brillo, ni gracia, quisieras estar muerta, te sientes humillada, tu autoestima se va por los suelos, sientes que no sirves para nada, te han humillado de la peor forma posible. ¿Qué hacer?
No sabes que camino tomar, si perdonarlo o mandarlo a freir monos. No sabes a quien pedir consejo. No quieres producirle este dolor a tus padres contándoles lo que está ocurriendo, además no quieres terminar con tu matrimonio: tienes vergüenza de tu mejor amiga, porque siempre le habías hablado bien de él y ella pensaba que tenías una relación envidiable.
Decides avisar y pedir consejo a la familia de él. Pero en este caso te estás jugando el todo por el todo, porque puede ser que te acojan con mucho cariño y salgan a tu favor, pero puede que salgan a favor de su “hijito” y te saquen de mala forma.
Si ellos están a tu favor y tu quieres perdonar, entonces tendrás un punto fuerte a tu favor, apóyate en ellos, pero si ellos no quieren oír tendrás que luchar sola, todo será más difícil.
¿Por qué actúa así el hombre?
El hombre infiel actúa por egoísmo, pues nada hay tan egoísta como el adulterio. Quiere darse un nuevo gusto, orgulloso de poder hacerlo por haberse sentido abandonado, dice él. Tiene una y mil razones para serle infiel a su pareja, no piensa en las consecuencias, actúa por instinto.
El hombre infiel miente, miente y miente hasta que lo pescan en falta, pero siempre encontrará una excusa echándole la culpa a su pareja, además ellos creen que por naturaleza los hombres siempre deben tener una “aventura” que eso reafirma su masculinidad.
El hombre infiel por lo general le ofrece a “la otra” el cielo y las estrellas, incluso les dice que se va a separar de su esposa o pareja para casarse con ella. Es por esto que ellas no los dejan en paz insistiendo en ese divorcio y el futuro matrimonio con ella.
A veces el infractor quiere arreglar la situación pidiendo perdón y comprometiéndose a portarse bien, pero es aquí cuando aparece la “otra” que no quiere terminar con esta mala relación, amenazándole de que lo perjudicará, denunciándolo en su oficina, a sus jefes y compañeros de trabajo porque ella sabe que a este hecho es a lo que él más le teme. En otros casos incluso estas mujeres amenazan con matarse, cosa que nunca lo harán.
¿Cómo arreglar la situación?
Pero a pesar de todo tu lo quieres mucho, has pensado mucho, has oído algunos buenos consejos y no quieres terminar con la relación, has tenido un matrimonio estable hasta este momento y quieres perdonarlo. Pero también la parte económica influye en esta decisión.
Pues has vivido con tus hijos una vida sin preocupaciones económicas un 80% del salario de tu marido y solo un 20% del tuyo propio. Y lo que dice la ley que un hombre debe pagar para el sustento de su familia en caso de divorcio es muy poco y no alcanzaría para nada. Lastimosamente es una de las razones por las que quieres continuar con esta relación. Este caso se da con mucha frecuencia.
El perdón tarda en llegar, no es cosa fácil. El sufrimiento ha sido muy grande, la humillación casi acaba contigo, el sentimiento de que no vales nada, que hay otra mujer que le gusta más a tu marido, las mentiras que has tenido que soportar, el sentimiento de que ya no tienes nada qué hacer en este mundo y muchas, muchas cosas más.
Pero si has decidido perdonarlo, que sea para siempre. No le eches en cara todo el tiempo su infidelidad. Trata de olvidar, pero es claro que como seres humanos es difícil olvidar, pero si has decidido perdonar que sea un perdón sin rencor para que sea un perdón verdadero. Para bien tuyo y de tu familia trabaja muy fuerte en el perdón, trátalo con cariño, buenos modales, educación, que él también sabrá responder en la misma forma a fin de que se restablezca un verdadero hogar, que es lo que tú deseas.