Mercedes, una mujer de 25 años, un poco gordita y no muy alta, entusiasta de la vida, alegre, estaba embarazada y esperaba junto a su esposo, gozosa e impaciente el nacimiento de su primogénito.
Una mañana fría de agosto Mercedes empezó a sentir contracciones, miró su reloj y eran las 2 de la mañana. Su esposo Adolfo no estaba en la casa, pues el había viajado al interior por asuntos de trabajo. Tenía programado llegar en dos días, siempre pendiente del embarazo de Mercedes pues se acercaba el “gran día”, aunque faltaba todavía un mes.
“¿Qué hacer?” – pensó Mercedes. “Necesito alguien que me acompañe”. Y “Yo que no se cómo son estas cosas”
Pensó en su hermana Isabel, pero Isabel vivía. . . ¡tan lejos!, “no, mejor no la llamo a ella” pensó “va a tardar mucho” .
“La llamaré a mi vecina Adriana”. . .“no, para qué la voy a molestar a esta hora” pero no había otro remedio que llamar a su hermana y esperar.
La llamó. Isabel le dijo que estaría en una hora.
La espera fué fatal, cada 3 minutos miraba su reloj y la frecuencia de las contracciones aumentaba…. La consumía la impaciencia ¡Por fin llegó Isabel!. . . ¡Ay!. . . ¡Bendito sea el Señor!
Las dos se embarcaron en un taxi y llegaron al hospital. Un médico de guardia revisó a Mercedes y le dijo que en una hora nacería el bebé, que se quede tranquila descansando. A la media hora llegó el médico titular y después de observarla le dijo:
“Que aquello tomaba para largo, que la iban a llevar a su habitación para que allí . . .“descanse”.
Mercedes pasó todo el día en medio de los más terribles dolores y el bebé no quería nacer. Llegó la noche y nada. El médico le dijo que iban a esperar hasta el día siguiente. Le recetó pastillas para dormir y Mercedes pasó bien la noche. A la mañana siguiente Mercedes estaba aterrorizada pensaba en el bebé y en Adolfo que no estaba.
Pensaba “si por lo menos el Adolfo estuviera aquí”.
Ya no podía más con los dolores y le pidió al médico
-“Doctor haga algo ya no puedo más”, . . .“no aguanto ni un minuto más”,
-”Si” le dijo el doctor “le vamos a hacer una cesárea”. . . ” ¿Me voy a morir doctor?
– No, le respondió el médico, usted va a estar muy bien.
– ¿Y mi hijito? “Porque sino que va a decir el Adolfo”
Mercedes salió de la cesárea muy bien, aunque con mucho frío por la anestesia general.
Cuando estuvo más consciente preguntó por el bebé, pues no estaba a su lado.
La enfermera entró toda compungida y le dijo que lo sentía muchísimo, pero que por precaución habían tenido que ponerle oxígeno a lo que Mercedes contestó
– ”Qué pena yo quería ponerle Francisco”.
¿Qué le hubiera puesto usted Oxígeno o Francisco?